Sobre la antología Write Like a Girl!, con textos de Victoria Urquiza, Sofía Criach, Noelia Agüero, Marinés Scelta, Constanza Correa Lust y Malena Orozco.
«La lengua alcanza en la poesía su máxima tensión y profundidad
y su manifestación más acuciante». (Jorge Monteleone).
Si nos tomamos en serio al socio-filósofo de moda Byung-Chul Han, todo verdadero hecho literario atenta contra o se resiste a la sociedad de la transparencia. Por su opacidad, por su irreductibilidad a mera información, por su oposición a la uniformidad y a ingresar en la lógica del rendimiento económico. Hace un año, irrumpió en la provincia de Mendoza –y fuera de sus fronteras también– el colectivo literario Like Write a Girl! Lo que sigue no tiene intenciones explicativas sino principalmente descriptivas, convencidos como estamos de que la poesía que puede explicarse es poesía muerta o, simplemente, no es poesía.
Son seis escritoras «mendocinas» que se reúnen en un libro publicado en marzo del año pasado, 2017. Un libro que comienza con un manifiesto. Un manifiesto que manifiesta «sí es política, también intimidad», «no es vendimia ni coronita», «es parricidio y sororidad», «es el cuarto propio y las ventanas abiertas».
El grupo se bautiza Write Like a Girl! (en adelante, WLG), en alusión a Fight like a girl. Pelea como una chica. Las chicas también sabemos pelear, también sabemos escribir. Porque «las mujeres hemos quedado en la sombra» y «el desierto está lleno de mujeres». Dicen, explicando la frase en inglés que las presenta, que «escribir como una chica es cambiar, probar, experimentar, ser, renacer, renacerse, verse, vivirse, revivirse en cada texto. Será por eso que no aceptamos formas fijas».
WLG se autodefine como un colectivo, de mujeres, escritoras, «que busca generar un lugar para artistas mujeres, abriendo espacios de creación, experimentación y difusión». El libro, cuyo título completo es Write Like a Girl! Antología de poetas mendocinas, va por su tercera edición, según consta en el que tengo en mis manos. Lo publica el sello «Peces de ciudad», en la colección de poesía «El primero en olvidar», con edición y diseño de interiores de Sebastián González y diagramación de tapa y postal (cada ejemplar viene con una) de Rodolfo González Furkert. Esta tercera edición, de setiembre de 2017, fue impresa en Buenos Aires por Soledad Blanco. No hay indicación de taller gráfico o imprenta.
Incluye, además del Manifiesto inicial, poemas, en este orden, de Victoria Urquiza, Sofía Criach, Noelia Agüero, Marinés Scelta y Constanza Correa Lust (incluye un texto en prosa, poética, eso sí), y relatos de Malena Orozco. Es interesante, desde el punto de vista de la edición, que el espacio –la cantidad de páginas– se ha distribuido equitativamente, salvo en los relatos de Orozco, que duplican la cantidad de páginas promedio del destinado a cada sección anterior.
El colectivo también publica unos folletos o plaquetas de cartón de bello diseño y buena legibilidad. Conseguí por Victoria Urquiza, gracias a quien también me hice de un ejemplar del libro, la plaqueta titulada Flor de cactus, con ilustraciones de Sofía Criach. En la contratapa, dice: Mendoza, 2017, colectivowritelikeagirl@gmail.com. Es decir, el grupo quiere estar comunicado más allá del objeto libro y del objeto folleto. Todas obviedades en la edición contemporánea, pero es importante que esta obviedad esté, figure, haya sido tenida en cuenta.
Cuando salió la «noticia» de esta antología y de este colectivo de mujeres escritoras, a muchos lectores nos llamó la atención el nombre, en inglés. Después averiguamos y entendimos. En lo personal, me hacen ruido los negocios que se ponen minimarket en lugar de mercadito, aunque entiendo que es mucho más llamativo, dada nuestra admiración y dependencia, vínculo o influencia cultural e idiomática del segundo mundo, EEUU (el primero, aprendimos, es Europa). Me sigue chocando que se priorice el inglés para nombrar algo en un paisaje castellanohablante, pero entiendo el mensaje: nosotras estamos más allá de estas cosas o, en todo caso, lo hacemos a propósito. Aplaudo el no me importa lo que pensés si hablo un poco en inglés. Aunque sería bueno que ocurrieran hechos así con otras lenguas, por ejemplo, el mapudungún. Ideas que nos asaltan en el camino.
La literatura necesita que se sigan formando grupos, que levanten pronto la voz, se hagan ver, editen, lean en público, agiten, como se dice. Agiten la bandera de la literatura y de la poesía en medio de la hegemonía de lo uniforme, lo transparente, lo obvio.
Como reflejo del colectivo literario, los textos de la antología «suenan» parecido, y eso le da coherencia a la edición y, está claro, no es casualidad: aunque cada una firme sus textos y tengan estilos diferentes, todos los textos respiran de modo semejante. Es decir, surge clara la cercanía generacional y de formación de las integrantes: todas rondan los 30 años y son egresadas de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo (Mendoza). Me refiero a similitudes de tono y propósito. Escritoras autoafirmándose en su realidad inmediata, aquí y ahora, y ubicándose en una línea de tiempo y conscientes de la tradición –«es la tradición, su huida y su traición», dejan claro en el Manifiesto. Las voces se autoexaminan y se contemplan a la vez. Intentan tomar distancia para verse mejor, para explicarse y mostrarse a sí mismas y a los otros de modo afirmativo y crítico a la vez, que para eso se publica.
Se pueden leer alusiones a Borges, Violeta Parra, Alejandra Pizarnik, Dante y Adriano. A personajes de fuerte simbología feminista, como Lilith y Bastet, Sejmet y las Amazonas. A Troya, a la Biblioteca San Martín –principal biblioteca pública de Mendoza–, a lugares que no son solamente lugares, como París, Roma, Guantánamo, Siria, Rwanda, México, Disneylandia, Jáchal.
En cuanto a léxico y recursos, el arco es amplio. Desde palabras retro-modernistas como efímera, atávico, embriagado, sempiterno, antaño y pródiga, a juegos sinestésicos vintage-vanguardistas como cavaquecavaquecavaquecava.
En poesía el yo siempre es gravitante, y puede ser un problema, por su presencia fuerte o por su camuflaje y todas las gradaciones posibles. La antología comienza con el Manifiesto, en primera del plural –«leemos, escribimos»– solamente el primer verso. Los que sigue adoptan la tercera del singular de ser: «es política, es solitario, es colectivo es cita y plagio, es histeria, es entraña, es enredo, es claridad, es la tradición, su huida y su traición…». Y al final se produce una transición interesante, cuando quitan el verbo y dicen: «sí los hombres, el niño, la madre, las hermanas». Y cuando refirman y ya rematan el manifiesto, se van a la tercera del plural, es decir señalan el afuera numeroso, todos los que no son ellas y a los que apuntan: «sí, son todos». Y el verso final las devuelve otra vez al centro de la escena, también ellas en tercera y con un contraste: «el desierto está lleno de mujeres».
En los poemas predomina un yo nítido e interpelador o dialogante con un vos o tú, que puede ser otra persona, la misma voz lírica, un conflicto, una escena cotidiana, lírica o las dos cosas. Un hecho que se describe o contempla, un diálogo con las cosas.
Ejemplos: «me amontono, me quejo, me animo, me demoro, estoy latiendo, soy para que seas», escribe Urquiza. «No creo en Dios, no creo en el Azar; creo en la lluvia», señala Criach. «Siempre le he faltado el respeto/ a mi debilidad; deberé ocuparme/ del resto de las cosas del mundo» (Agüero). «No quiero seguir soñándote frágil; Te dejo las cajas cerradas de las respuestas» (Scelta). «Nado en círculos concéntricos/ Buceo, hundo y sumerjo; Creo mis propias tempestades; míreme; Me tiembla la lengua» (Correa Lust). «¿Cuáles fueron las palabras que no quise oír» (Orozco).
Dejo a otros lectores un detenimiento detallado en las transiciones de persona que ocurren en un mismo poema y entre los textos: se pasa de yo al vos, al es, al nosotros y al ellos en un interesante juego de perspectivas y posiciones. De la primera persona del singular a la primera del plural hay un trecho complejo, que se puede resolver tortuosa o directamente. Difícil usar el «nosotros» sin caer en la caricatura o la pretensión. Por suerte, no ocurre nada de esto último en esta antología.
En cuanto a los temas, hay alusiones a la niñez, al amor –y su contraparte el desamor–, el fracaso, el olvido, el tiempo, la lluvia. No están muy presentes ni adoptan intensidad la muerte ni lo erótico, tópicos clave de toda poesía. Sí, el cuerpo, los recuerdos, la reflexión; lo que pudo ser y no fue, la incertidumbre por lo que podrá ser (grandes motivos clásicos). Los temas o conceptos citados disparan o centran los poemas.
Hay también declaraciones de principios o tomas de posición más o menos claras, además del Manifiesto, como los poemas Credo y Gatopardismo, de Criach; Inocentes y No alcanza, de Agüero. Momentos con toques expresionistas, como en Saldo, de Agüero; Fiera, de Scelta; Oiga, venga, mire, de Correa Lust, quien además aporta al volumen la prosa poética Una melancolía. En cuanto a los textos narrativos, a cargo de Malena Orozco, es interesante su propuesta: predominan en ellos la contemplación más que la acción. Es decir, descripciones de situaciones o de personas que son excusas para señalamientos intimistas o reflexivos de la voz narradora.
Si me preguntan por el colectivo WLG, respondo: escritoras seguras de que estar haciendo lo que hacen no vale la pena, porque con la pena sola no se llega a ningún lado. Más bien vale la búsqueda y la alegría singular –pero transferible– que se tiene al escribir y al publicar, ese camino que comenzaron a abrir. Su contagioso entusiasmo, que actualizan, defienden y transmiten en cada lectura pública y, esperemos, en nuevas publicaciones. Lo anterior está contenido de modo notable en la frase-epígrafe de Clarice Lispector que sigue al Manifiesto: «Libertad es poco. Lo que deseo aún no tiene nombre».
WLG se sube al tren de la labor literaria visible y comprometida, resistente a la uniformización, la transparencia y el encasillamiento. Comprometida con el lenguaje y con los derechos de las mujeres. Contra el mundo supuestamente transparente que modela la sociedad de la información, aunque ya decir mundo sea otro abuso del lenguaje.
Abril de 2018.