El libro «El boxeador que sonreía demasiado», de Rolando López, sobre la vida del púgil Alejandro Lavorante, es una clase de periodismo y de literatura, dos en uno. Conocida es la trayectoria de López en la literatura y el periodismo, palabras que son hermanas desde que tengo memoria y desde que existe alguien que cuenta y alguien que indaga y comunica.
Se trata además de un alegato contra el capitalismo devorador de seres humanos, la mafia del boxeo y el periodismo mercenario. Más de un escriba de estas tierras y de otras sale mal parado de las piñas, a veces suaves, a veces demoledoras, que lanza, con sólido archivo, el narrador.
Estamos ante uno de esos libros que, una vez comenzados, no podemos dejarlos. Tensión narrativa, solidez de fuentes –a partir de un arduo trabajo de investigación– y recreación exquisita a la vez que dramática hacen de esta obra un material muy valioso. Dada la época (los 60), los lugares donde sucede –Mendoza, Rosario, Buenos Aires y Los Ángeles (EEUU)– y los personajes que la transitan, como Jack Dempsey, Archie Moore y Muhammad Ali, esta crónica novelada reúne todas las condiciones, además, para merecer la traducción al inglés.