Paracaidismo

He visto, en tantos años, personas asumir en cargos –en empresas privadas o en la administración pública– para los que no estaban preparadas. En general, cargos altos, ejecutivos, de jefatura, rectoría, dirección, coordinación, gerencia. Algunas de esas personas tenían capacidad de aprender, entonces prosperaban y servían para el cargo o, como se dice, lo honraban. Otras, no, a quienes se aplica el dicho «quien sabe sabe; quien no, es jefe». Me sigue sorprendiendo el hecho de ver gente asumir en una función sin conocerla y el privilegio de recibir un sueldo o una paga para aprender a presidir, dirigir, administrar, coordinar, sin tener preparación o formación.

Por supuesto que estoy generalizando y que hay excepciones, pero me estoy refiriendo a quienes no deberían estar donde están, porque no corresponde, porque hay muchísimas personas que harían bien el trabajo.

En la empresa privada, se suele tratar de parientes o amigos del propietario o de altos cargos de la firma. En lo público, suelen ser parientes o amigos de presidentes, gobernadores, intendentes, ministros, subsecretarios, directores, asesores, y así. Y qué pena ver gente muy preparada desaprovechada, que además cobra nada por hacerles el trabajo o enseñarles a hacerlo a esas personas acomodadas o puestas a dedo, a las que solemos calificar de «paracaidistas», con todo respeto por esa vertiginosa profesión.

También existen, cómo no verlo o cómo negarlo, personas que llegan a una alta función mandadas y sostenidas por otras para hacer desastres, con o sin preparación. A esas las solemos llamar «idiotas útiles», con todo respeto por la idiotez y la utilidad, de las que nadie está exceptuado.

Sobre los negociados o la corrupción, que siempre es público-privada, quizá reflexionemos en otra oportunidad.