a Néstor Tkaczek
Una librería que cierra, Álvaro Yunque, Rodolfo Walsh y Goethe.
Soy un poco fanático de la obra de Álvaro Yunque, nombre literario de Arístides Gandolfi Herrero (La Plata, 1889-Tandil, 1982). Me voy a detener en un volumen de cuentos que protagonizan niños, adolescentes y jóvenes y que publicó profusamente desde los 60 la Editorial Plus Ultra.
Cierra en estos días la tradicional librería Simoncini y Gómez del centro de la ciudad de Mendoza, agobiada por el modelo económico que asfixia y mata (Yunque me dicta). En la vereda del local, calle San Juan entre Lavalle y Buenos Aires, mano Este, en un mesón con libros viejos se asoma un cartelito que anuncia: «Regalamos». Me acerco y una señora que revuelve los libros pregunta o se pregunta en voz alta, casi murmurando: «¿En serio que se regalan, se puede llevar uno nomás o más?». Le digo que, si se regalan, se regalan, que no creo que haya límites.
Entro a la librería y varios mesones ofrecen libros a 30 pesos. Encuentro, entre otros, «Nuestros muchachos», de Álvaro Yunque, Colección Juvenil de Editorial Plus Ultra, Buenos Aires, 1976. También lleno de polvo y con la cubierta y las hojas arrugadas y amarillentas, como queda el papel que se ha mojado o humedecido y secado. Tengo varios títulos de esa colección, entre ellos «Niños de hoy», «Adolescentes» y «Poncho».
Yunque y Walsh
Disfruto ese estilo duro –nada posmoderno–, moralista y didáctico, bajalínea diríamos hoy. Seco: frase corta, adjetivo preciso y casi siempre muy expresivo. Un estilo que, sin desmedro del didactismo militante del realismo social que tuvo a Yunque como figura destacada de los 20 en adelante, evoca el fraseo de la prosa de Rodolfo Walsh. Comparemos, si no, el primer párrafo de «Operación masacre»:
«Nicolás Carranza no era un hombre feliz, esa noche del 9 de junio de 1956. Al amparo de las sombras acababa de entrar en su casa, y es posible que algo lo mordiera por dentro. Nunca lo sabremos del todo. Muchos pensamientos duros el hombre se lleva a la tumba, y en la tumba de Nicolás Carranza ya está reseca la tierra».
con el que inicia el cuento «Nuestros muchachos», de Yunque:
«Tito Zerro, las manos en los bolsillos y silbando, aparece en la puerta de su casa. Se siente dueño del mundo. Sus grandes ojos azules de levantan al cielo donde brilla el más radiante de los soles. Los dedos de su mano derecha, dentro del bolsillo palpan un papel de cien pesos que su madre le acaba de dar, a la vez que le decía: (…)».
Los párrafos tienen estructura similar. Comienzan con el nombre del protagonista. Describen el ambiente para enlazarlo al estado de ánimo (sombras para Carranza, cielo radiante para Zerro). Y profundizan sobre el estado de ánimo: «no era un hombre feliz» y «es posible que algo lo mordiera por dentro»; «con las manos en los bolsillos y silbando, «Se siente dueño del mundo».
Goethe
El libro «Nuestros muchachos» está formado por diez cuentos. Luego del título, todos tienen un epígrafe, una frase o verso o refrán que anuncia o enfoca la trama o el mensaje del cuento. El relato «Yuyo es secuestrado» trae el siguiente epígrafe: «La juventud es una embriaguez sin vino», firmado «Proverbio alemán». Quedo prendido de esa frase y decido «investigar», porque creo haberla leído antes. ¿De dónde vendrá ese proverbio alemán? Encuentro rápido en internet que se trata en realidad de la traducción de este verso de un poema del gran escritor alemán Goethe (Wolfgang von, 1749-1832):
Jugend ist Trunkenheit ohne Wein.
es decir, en castellano,
La juventud es una embriaguez sin vino.
Hay frases o versos, tan certeros, llamativos, eficaces, pegajosos, que se vuelven inolvidables y se transforman en palabras de todos, en refranes o proverbios «anónimos». Le escribo a Uwe Schoor, traductor del alemán, y me responde: «La cita se toma como proverbio, aunque es un verso de un poema de la antología “West-östlicher Divan” de Goethe. La traducción me parece bien». El verso integra un breve poema que es un llamado a la embriaguez, a la vitalidad, a dejar entrar la vida a nuestras vidas, seamos jóvenes o viejos.
Una librería que cierra, que visité mucho en los ochenta, y que entrega una frase hermosa y aguda sobre, precisamente, la juventud y la necesidad de vivir intensamente. Un libro polvoriento que agoniza en un mesón culpa de la crisis que impulsaron en los últimos cuatro años unos irresponsables y delincuentes de guante blanco (taladra Yunque), y que, ajado pero generoso, nos lega su sabiduría en muy pocas palabras, como la última voluntad de un moribundo.
Nota: Vida y obra de Yunque pueden consultarse en http://alvaroyunque.com.ar/.
Juan López, noviembre de 2019.