Un recuerdo de César Aira
Conocí en persona a César Aira en Buenos Aires, en 1986. Un tiempo antes, dos años más o menos, cuando cursaba Letras en la UNCuyo, varios estudiantes asistimos al famoso congreso de literatura argentina de la provincia de San Juan, al que fueron, entre otros, Jorge Luis Borges, Roberto Juarroz, Edgar Bayley, Enrique Medina, Ana María Barrenechea, Adolfo Ruiz Díaz… Protagonizamos en ese congreso un momento fuerte cuando discutimos con Barrenechea en la charla «Crítica y poesía», pero ese no es asunto de este texto. Solamente anotaré que tenía razón Juarroz cuando citaba a Novalis con que «la crítica de la poesía es un absurdo» y se quejaba de que la charla no se llamara «Poesía y crítica». El asunto es que varios estudiantes y protoescritores nos hicimos «amigos» de Juarroz, que quedó encantado de que tomáramos partido por la poesía y contra la crítica. Un tiempo después, el poeta nos invitó a su ingreso a la Academia Argentina de Letras. Y ahí fuimos, un compañero y yo, a cumplir con la invitación.
Antes del viaje, leí en El tiempo argentino una entrevista a Aira en el suplemento cultural. El título de la nota era un textual del escritor: «Yo respondo cuando me preguntan». No había leído nada de Aira pero me llamó la atención esa frase, leí la nota y busqué en la guía telefónica de Buenos Aires y lo encontré: «Aira, César». Le llamé por teléfono, creo que hasta me atendió él. Le dije que era un estudiante de Letras de Mendoza que iba unos días a Buenos Aires y que me gustaría charlar con él. Accedió amablemente sin ningún reparo. Nos juntamos en un café de la avenida Corrientes, cerca de su departamento, y charlamos como una hora. Me pareció estimulante e inteligente casi todo lo que dijo, pero no presuntuoso ni pretencioso ni rebuscado. Cuando le conté que estaba en Buenos Aires por lo de Juarroz, abrió los ojos muy grandes, contrariado o extrañado… pero no recuerdo bien qué dijo. Sé que dio a entender que no era muy afín a esa poética de la palabra esencial –imagino, quizá, de más.
No le molestó que yo le confesara que no había leído ninguna de sus novelas, que por entonces eran «apenas» cinco. Eso sí, le prometí leerlas. Qué desvergüenza juvenil la mía y qué tolerancia la suya. Es que él no quería, por suerte, hablar de su literatura, y yo, ignorante de su literatura fuera de ese artículo cultural, no desentoné. Y sí, hay escritores que no se sienten el centro del mundo, no lo necesitan, les basta y sobra con escribir.
Entre las pocas cosas que recuerdo de las muchas que dijo hay una que se me quedó grabada: «Escribir es lo más fácil del mundo». En esa época, yo escribía mucho pero no había publicado nada ni lo haría hasta muchos años después. Él afianzaba por esos años su formidable y prolífica escritura. Después de que nos despedimos, busqué en Buenos Aires alguno de sus libros y conseguí Moreira, por el sello «Achával solo, fabricante de libros», editado en 1975. Se vendía en los quioscos de revistas de la calle Corrientes.
Es la primera edición de un libro finito y precioso, que el año pasado se ofrecía en Mercado Libre a 70 mil pesos. Y sí, las primeras ediciones de libros fundacionales suelen ser muy caras, incluso este Moreira que tiene solo 82 páginas. En la cubierta (ver imagen) se puede leer: «Un día de madrugada, por las lomas inmóviles del Pensamiento bajaba montado en potro amarillo un horrible gaucho».
Leo las últimas entrevistas a Aira por la obtención del premio Formentor y me alegra mucho y vuelve el recuerdo de esa charla. Parece estar triste César Aira, pero a la vez se lo percibe feliz, en el sentido de intenso, por qué no decir «realizado». Y conserva su humor, quizá ahora un poco más amargo. Alegría y felicidad no son sinónimos. La frase que da título a esta nota me ayudó a seguir escribiendo y por eso le estaré «eternamente agradecido». Su literatura es tan bella, lúcida e inapresable como indiscutible. Pensar que un día ya no publicará me deja en silencio pero, otra vez, pero siempre, siempre, agradecido. Lo mejor de todo, pese a todo, es que César Aira sigue escribiendo.
Mendoza, 12 de octubre de 2021.